Asentado en la cabecera de un valle fluvial cuajado de huertos y frutales, en un promontorio sobre cuyas laderas se esparce, el núcleo de Valdelarco posee uno de los emplazamientos más bellos de la Sierra. Especialmente si se accede desde el Sur, por los caminos de Galaroza o de Navahermosa, la espléndida estampa de esta población atraerá a los viajeros por sus soleadas casas, la personalidad de su arquitectura popular de este conjunto y el edificio de la iglesia que lo preside.

De la presencia romana en estas tierras desde el siglo I d. C. quedan restos en Puerto Lanchar y en el Valle de los Lobos. Aunque estuvieron también afectadas por la dominación árabe, el origen de Valdelarco tal como lo conocemos hoy se debe a las repoblaciones cristianas del siglo XIII por gallegos y leoneses, una vez superada la breve presencia de la reconquista portuguesa de tiempos de Sancho IV y Alfonso III (1267). La posterior presencia judia a finales del siglo XV acabó de conformar el núcleo medieval, localizadas entre las calles Doctor Adame, Júpiter, Parra y Dómine, y le aportó según la tradición su laberíntico trazado urbano.

Económicamente el municipio alterna a lo largo de su historia épocas de prosperidad con otras de penurias. Entre las primeras, el siglo XVI, la primera mitad del XVII, la segunda mitad del XVIII y el siglo XIX son periodos de bonanza que se apoyan sucesivamente en su rica agricultura de secano (higueras, castaños, manzanos), la explotación de sus dehesas(ganados, leñas, carbón, miel y cera, dos productos que han valido a sus habitantes el gentilicio de "colmeneros") y el desarrollo de una floreciente industria artesanal en el siglo XIX.

Las fases de malestar económicos -segunda mitad del siglo XVII y primera del XVIII sobre todo- se corresponden con crisis agrícolas, enfrentamientos con Portugal, epidemias, etc.

Afectada a lo largo del presente siglo por los procesos económicos y demográficos de crisis comunes a toda la Sierra, en la actualidad la población se ve reducida a 282 personas, que se ocupan mayoritariamente en labores agropecuarias y sus actividades derivadas, como la elaboración de quesos de cabra o los jamones y embutidos.

Desde hace unos veinte años Valdelarco celebra el primer sábado de mayo su romería del Divino Salvador, Patrón de la localidad, para lo que ahora acude a la ermita que a la sazón a construido recientemente la Hermandad en la Llanada de la Cerca.

Las fiestas patronales de la Transfiguración del Señor, o del Divino Salvador, tienen lugar a partir del seis de agosto y durante tres días se alternan los oficios religiosos, el baile nocturno en la caseta municipal y los actos culturales.

Una celebración muy arraigada en Valdelarco es el Día del Bollo, pan aderezado con matalaúva y uno o dos huevos que los padrinos suelen regalar a los ahijados el Domingo de Resurrección. Con este motivo, los colmeneros o valdelarquinos se congregan en un almuerzo campestre que solía tener lugar en el Risco de la Fuente de la Manzana y que ha sido trasladado a la Morteguilla, en Puerto Lanchar.

Aunque el pueblo ha sido sede de varias industrias artesanales, hoy por hoy la actividad se centra en los trabajos de talla de madera.

Como peculiaridades de los fogones locales, en época de matanzas es muy usual el caldillo, sopa a base de ajo, hígado de cerdo, mollejas, tocino y rebanadas de pan. Otra especialidad culinaria son las migas valdelarquinas, echas con aceite de oliva, cabezas de ajos enteras, pimientos rojos, patatas fritas y finas rebanadas de pan, que se machacan con paleta de hierro sobre la misma candela y se acompañan de mosto y sardinas asadas. Otros platos locales son el arroz con conejo y tanas y el potaje de castañas.

En las mismas fechas de la matanza se elaboran los orejones o melocotones secos que se cuecen con miel y vino. La miel es otro producto tradicional de los valdelarquinos, ya que siguen haciendo honor al gentilicio de colmeneros. De la abundancia de este producto derivan variados dulces caseros.

El casco histórico.

El casco histórico de Valdelarco, con expediente de declaración como Conjunto Histórico-Artístico incoado desde 1983, parece reunir todos los elementos que caracterizan las construcciones serranas.


Iglesia Parroquial del Divino Salvador.

La iglesia parroquial del Divino Salvador fue construida en la segunda mitad del siglo XVIII por Pedro de Silva. Se erigió sobre las ruinas de un templo anterior levantado entre 1724 y 1728.

En el exterior destaca su torre barroca con chapitel de cerámica vidriada y su característico reloj de sol y las portadas de corte barroco. Su interior, de una sola nave, es muy clásico y en él se encuentra una talla de la Virgen del Rosario, también denominada la Rociana.

Molinos.

De su patrimonio etnográfico conserva restos de un molino de harina en la calle Estrado y de otros dos de aceite, uno en el camino de Navahermosa a la altura de la depuradora y otro en la calle Doctor Adame.

Espacios naturales.

Como espacios naturales reseñables cuenta con un interesante bosque de ribera en el Barranco del Pueblo, que al entrar en el término municipal de Cortelazor pasa a denominarse Arroyo Guijarro. De valor, en este caso compartido con Galaroza, es la Sierra de Navahermosa, sobre la que existe una formación mixta de castañares y melojares.


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